El país que odia a las mujeres



Este país odia a las mujeres. Lo digo sinceramente. Quizá pienses que exagero, que en México adoramos a las mujeres pues son las flores más bellas del ejido; que son divinas; que sí las matamos, pero es con dosis de ternura; que si las odiásemos estaríamos odiando a la mitad de la población (de hecho, más de la mitad). Pero, de verdad: aquí odiamos a las mujeres.

Primero el caso de Lesvy, la muchacha que fue encontrada muerta el pasado tres de mayo en las inmediaciones de la Facultad de Química de la UNAM. Se dice fácil, pero estamos hablando que una estudiante fue asesinada en la máxima casa de estudios del país ¿Qué pasaría si hoy encontraran a una chava muerta en los jardines de Harvard? La muerte puede asaltarte en la calle, en carretera, en un bar, ¿pero en una universidad? Es una maldita locura. 

Pero lo peor no fue eso, sino que enseguida la Procuraduría de Justicia de la Ciudad de México echó justificaciones al caso, re-victimizando a Lesvy diciendo por tuiter que se alcoholizaba, que se drogaba, que debía materias en el CCH Sur y que vivía con un tipo que era –o es, no sé--, intendente de la prepa 6. Carajo. La autoridad infiriendo que la muchacha, básicamente, se merecía morir. 

Por supuesto diversos colectivos feministas salieron a protestar por esto; crearon el hashtag #SiMeMatan para evidenciar la doble criminalización de las víctimas de feminicidios y pintaron con consignas un letrero escultórico cerca de rectoría que dicen #HechoEnCU. Bueno, el caso de Lesvy no movió la indignación de una parte de la comunidad universitaria, pero ¿qué tal la pintarrajeada de estas letras? Enseguida un montón de misóginos y misóginas clamaron al cielo “¡feminazis!” “¡Pinches lesbianas!”. Terrible.

¿Y el caso de Miriam Rodríguez Martínez? La asesinaron el pasado diez de mayo, de varios impactos de bala al interior de su casa. Fue una madre que sufrió el secuestro y el asesinato de su hija a manos de un grupo delictivo en San Fernando, Tamaulipas, en el añ0 2012. Por sus propios medios, buscó y encontró los restos de la muchacha en una fosa clandestina. Se convirtió en activista por los casos de desaparecidos forzados. Por eso, cuando supo que el asesino de su hija fue uno de los 29 fugados del penal de Tamaulipas el pasado 23 de marzo, pidió la protección de los gobiernos federal y estatal, pero se lo negaron.  Finalmente la mataron en el día de las madres, y el gobernador del estado, Francisco García de Vaca, expresó con cinismo su condena sobre el crimen.

Este país odia a las mujeres. Lo sé igual porque todos los días llegan a mi whatsapp chistes que ridiculizan o hacen escarnio de las mujeres. Un familiar mandó una cadena ayer diciendo “saludos” y en vez de la letra “o”, el ano de una mujer. Cuando escribo esto, va llegándome otra imagen bajo el título de “el sueño de todo hombre”: es un control remoto con botones donde en lugar de números se lee “cállate”, “tetas”, “cocina”, “mamada”, “lavar ropa”, “no protestar”.


En México se asesinan siete mujeres todos los días. Cada nueve minutos se comete un abuso sexual o una violación. Según la ONU, este país es el primer lugar mundial en agresiones sexuales hacia las mujeres. No Nigeria, no Afganistán, no Sri Lanka. México. 


Al hablar de esto en el aula de clases y explicar por qué las mujeres en este país y en todo el mundo siguen en condiciones brutales de desigualdad y violencia, no falta el hombre –y lo más triste, la mujer--, que reclama que ya no es tanto así, que exagero, que las mujeres hoy son igual que los hombres. Yo acudo al siguiente ejercicio: Le pido a mis alumnas que levante la mano quien de ellas nunca, jamás, ha sido objeto de acoso, de burla; a la que nunca le han dicho algo en la calle mientras camina, o que nunca ha sido acosada por un hombre. Por supuesto, ninguna levanta la mano. Luego hago le pido lo mismo a los hombres. Todos la levantan. Solo alguno por ahí no, alegando que a él si lo acosaron un día, aunque casi siempre fue otro hombre.

Eso pasa. Quien crea que las mujeres en México son libres y gozan de derechos, es porque nunca se lo ha cuestionado ni un minuto. Hace falta asomarse un poquito a la calle, guardar en el bolsillo los resabios de la propia estupidez, para darse cuenta que este es el país que odia a las mujeres. Odia a las víctimas y odia a quienes luchan por ellas. Una vez se lo dije a quienes por whatsapp comparten chistes misóginos y anti-feministas, creyéndose graciosísimo. Quienes odian a las mujeres son los mismos que buscan impedir que avancen, porque tienen miedo que ellas hagan lo mismo que ellos les han hecho por siglos. 


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